El paciente-consultante pasa de la sala de espera a un recinto íntimo donde podrá consultar el libro-oráculo, que refulge en la penumbra. En soledad, abre una página y lee.
Las frases actúan como disparadores de conciencia, como enigmas, o finalmente como respuestas a inquietudes diversas. El oráculo se habrá manifestado cada vez que el consultante se encuentre cara a cara con aquella página que, por destino o azar, se le ofrece en silencio.
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